No creí que fuera a empezar tan mal,
tal vez ya no debería dormir del lado izquierdo de la cama,
pues esto me obliga a levantarme siempre con el pie izquierdo.
Dos cosas queman el estómago de un servidor,
primero los incesantes encontronazos con quién se supone que debería quererme,
que debería de protegerme.
Tiene un poder hipnótico sobre mi,
es como un Dios de furia y de miedo,
abre la boca, mueve los ojos o respira y yo me congelo,
no puedo hacer absolutamente nada,
¿Cómo es posible que no pueda hacer nada?
Probablemente necesite un psiquiatra, pero no lo sé. Nunca lo sabré.
Por otro lado esta soledad,
este dolor,
esta tristeza que están llegando en esta ocasión,
parecen como la versión recargada de un virus,
que ni siquiera me deja llorar para descansar un poco,
es sólo como un puto agujero en el estomago que no se llena con nada,
vacío, vacío, vacío, soledad.
Ya fui solo al estadio y ya fui solo al cine,
van seis días del puto año, seis…
y yo que creí que después de superar el pasado este sería pan comido;
pero al parecer no, cada vez todo el entramado se va poniendo un poco más difícil,
cada vez me canso más rápido,
cada vez se me terminan las armas y las municiones
y ese equilibrio que solía mostrar todo el tiempo parece estar cayéndose a pedazos,
a lo mejor solo me estoy volviendo loco,
a lo mejor solo necesito un abrazo,
a lo mejor solo necesito seguir estando solo.
Estoy tan cansado de este experimento sin instrucciones llamado cotidianidad,
me quiero dormir y no puedo,
me quiero levantar y no puedo.
Espero y mañana ya salga el sol.